LIGAZÓNS DE INTERESE
A Ruta de A Esmorga, na web de Turgalicia
IGNACIO VILAR FALA SOBRE O ROTEIRO DA ESMORGA
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IGNACIO VILAR FALA SOBRE O ROTEIRO DA ESMORGA
03/02/2015, por Íñigo Astiz
El director de cine Ignacio Vilar ha llenado las salas de toda Galicia con su película rodada en gallego A esmorga y estuvo en Bilbao presentando la adaptación del clásico de Eduardo Blanco Amor.
Es un clásico en Galicia: “Avanzabámos como si fuésemos cerrando puertas y tirando las llaves, como para no querer volver”. Un hombre muerto en una taberna y la huida alcohólica hacia adelante de los tres protagonistas es lo que cuenta la novela del escritor gallego Eduardo Blanco Amor.
Ahora el director Ignacio Vilar (Petín, Galiza, 1951) ha batido récords con su adaptación a la gran pantalla. Se estrenó hace 12 semanas y todavía sigue llenando las salas. Es la primera película rodada en gallego que logra algo semejante, así como haber sido nominada a los premios Goya. Acaba de proyectarse en Bilbao en el festival Zinegoak y en la primavera llegará a las salas comerciales.
Vilar habla optimista sobre la situación del cine en su país. “El cine gallego está a punto de crear marca propia.”
P: El director Gonzalo Suárez también llevó la novela al cine. Él, en cambio, la trasladó a Asturias y la rodó en castellano.
R: Creo que A esmorga es un espejo del pueblo gallego. Al igual que en la novela, respeté el recorrido por Ourense así como la climatología adversa con mucha lluvia y frío. Eso es fundamental. Es muy complicado rodar bajo la lluvia, pero era primordial.
P: También está ahí la lengua.
R: Es imprescindible para entender la esencia de A esmorga. Trabajamos mucho el habla de Ourense. Eso es lo que eché en falta en la versión de Suárez. Es un director muy bueno pero A esmorga tiene más profundidad.
P: Tienes un total de cinco películas, todas en gallego.
R: Soy gallego y ruedo en gallego. Además recibo ayudas públicas y tengo una responsabilidad con mi país y con su gente, que es quien ha puesto el dinero. Trabajo con lo que nos interesa, a mí y a mi pueblo, tal vez porque puede ser útil.
P: Da la impresión de que el cine vasco se enciende y luego se apaga. ¿El cine gallego es más estable?
R: Este año se cumplen 25 años desde que vio la luz el primer largometraje en gallego, Sempre Xonxa, dirigida por Chano Piñeiro. Casi todo el equipo técnico y artístico era de fuera. 25 años después, el equipo de A esmorga era al 99% gallego, y los actores también, excepto Karra Elejalde, que rodó en gallego. El cine necesita una infraestructura, técnicos, actores y también un sistema de financiación. Ahora el cine gallego está a punto de crear una marca propia, igual que hizo en su día el cine neorrealista italiano o la nouvelle vague francesa. Yo sigo mucho el cine vasco, ya que soy miembro de la Academia de Cine Española y este año vi Lasa y Zabala. Es una obra maestra. Eso no viene de la nada. El cine es un trabajo colectivo. Pero no sólo del equipo que trabaja en él sino de todo un pueblo, y ese pueble también tiene que ir a las salas y ver su propio cine.
P: El fin de semana en el que se estrenó la película movilizasteis al pueblo gallego.
R: El cine puede movilizar un pueblo. Para mí el cine consiste en vivir una experiencia, no sólo en entretenimiento. El cine le brinda a un pueblo la oportunidad de expresarse y eso significa que ese pueblo tiene conciencia de sí mismo y que puede manifestárselo al mundo. En EEUU son muy conscientes del potencial del cine y se esfuerzan en diseñar un cine que sólo pueden hacer ellos.
P: Tu obra lleva 12 semanas en cartelera. Todo un récord.
R: Intenté que cada miembro del equipo hiciese suya la película. Para ello, nos encerramos 15 días con los tres actores en una residencia, que bautizamos el resplandor (risas). Estábamos aislados trabajando el guión. Eso no se suele hacer en el cine, recibes el guión dos días antes y a rodar. Allí tuvimos varias broncas pero al final teníamos claro la película que queríamos hacer. Fue un trabajo colectivo y eso se refleja en el film. También realizamos proyecciones en algunos sitios y al ver la buena acogida comprendimos lo que teníamos entre manos. Ya lo sabíamos antes pero el público siempre es un misterio.
P: La película es dura, con un final trágico. Terminan las imágenes y la música y se proyecta el texto final de la novela en silencio.
R: Fue una decisión difícil. Todos me decían que pusiera algo de música, pero les convencí. Si el público nos ha acompañado hasta ese punto, ¿por qué hacer concesiones? Ese silencio es increíble. El texto del inicio es el de la novela y el del final también. Después viene el nombre del escritor: Eduardo Blanco Amor. Ahí es donde me identifico con el autor. Ahí entiendes qué es la inmortalidad. La inmortalidad es recoger el testigo. Nosotros somos lo que han sido otros y los que vendrán tendrán algo de nosotros también. Eso es la inmortalidad.
P: Acabáis de doblar la película al castellano. ¿Una lástima?
R: Preparamos cuatro versiones: versión original con subtítulos en castellano; versión original con subtítulos en euskera; versión original con subtítulos en catalán; y la versión doblada al castellano. Estoy en contra del doblaje. Si de mi dependiese, lo prohibiría, pero no tengo poder para ello. También nos interesa llegar a ese público que por cuestiones económicas, culturales o políticas no tienen acceso a la versión original. Estaría bien cambiar eso pero hace falta tiempo. Mientras tanto, hay que vivir con ello. También preparamos muy bien el doblaje en castellano con los actores.
P: Como dices, A esmorga es un lugar común para los gallegos. ¿Por qué esa elección?
R: Los clásicos son clásicos porque nos son comunes. Funcionan aquí y allí. En Galicia se están viviendo tiempos difíciles. La lengua retrocede, también nuestra cultura, y creo que es imprescindible hallar esos lugares comunes para poder sobrevivir y mantener con vida el legado de nuestros antepasados, lo que somos. Esto es fundamental para un pueblo pequeño como el nuestro.
Traducción de Rubén Alejandre.
A tale of self-destruction in northern Spain, based on a classic Galician novel.
Marshland and El nino are two examples of Spanish film’s recent focus on the regional, in these cases on Andalucia in the south. Ignacio Vilar’s mighty, moody A esmorga does the same for Galicia in the north. A too-rare example of a film in the local language, this striking, bleakly surreal tale of three embittered men undertaking a sorry voyage of self-destruction is based on Eduardo Blanco Amor’s same-title novel, a Galician classic, which was censored on original publication under Franco and much of whose power, like that of the film, derives from what it leaves unsaid.
The title, almost impossible to translate accurately, roughly means “on a drinking spree”. So far only it’s been released in Galicia itself, where it’s had a success unlikely to be repeated when it goes on Spain-wide release in March 2015. But festivals with an eye for movies whose very authenticity and specificity lend them a more general significance should raise a glass with A esmorga.
By all accounts rural Galicia in the 50s under Franco was miserable, and director Ignacio Vilar, who clearly feels a strong sense of duty towards the source text, captures almost to the point of physicality the air of damp, impoverished oppression under which many lives were played out. Cibran (Miguel de Lira) is a labourer with young child born out of marriage to Raxada (Melania Cruz). On his way to work one morning, he’s waylaid by two drunken friends, Bocas (Karra Elejalde, his profile high after this year’s Spanish blockbuster Spanish Affair) and troubled Milhomes (Antonio Duran, ‘Morris’). Reluctantly Cebran agrees to join them as they wander directionless around the area, leaving a trail of destruction, and of self-destruction, in their wake.
They visit a bar run by the mighty Esquilache (Covadonga Berdinas), who nurses Cebran’s feet between her breasts in an attempt to soothe his painful carbuncles; they enter the grounds of a local dignitary who has recently returned from France, where Bocas falls in love with a mysterious woman in a window; they visit a country house where the drunken Cebran accidentally starts a fire; they visit a brothel and are chased out; they flirt with a mad, childless woman, Socorrito (Sabela Aran), who each morning takes a doll out for a walk in a pram. All the time the local police are on their heels — there’s the suspicion that Milhomes has killed a man in a barroom brawl in a neighboring village.
An increasingly somber air hangs over their mindless, surreal wanderings: nothing good can come of any of this, especially since Milhomes unexpressed sexuality means he is continually bothering Bocas in ways which neither of the men quite understand. It becomes clear that Bocas and Milhomes are on a kind of drunken suicide mission which the weak-willed Cebran has thoughtlessly joined: drink is Cebran’s way of escaping from what he calls “thought”, an awful, lucid state of mind where he becomes aware of the crushing horror of his existence.
It all adds up to a pretty grim portrait of life in a region of Spain which has strangely been both abandoned and oppressed by authorities which are never visible but whose impact on local lives is definitive. In other words, A esmorga is a political film about Spain’s ongoing financial crisis.
Diego Romero Suarez-Llanos’s photography does a fine job of rendering the rich tones and textures of Galicia, which seems to be composed of darkness, rain, moss and stone in varying quantities. The atmospherics are strong, but it’s the performances, from actors who, Elejalde apart, are all Galician, that make the film. Superficially, these characters either are, or have been turned into, little more than animals, and are slaves to their instincts, but the performances continually remind us of their hinterlands of pain as they struggle to be human in ways they’re not being permitted to.
Dramatically, A esmorga is about twenty minutes too long: there are stretches where the trio’s drunken ramblings are overindulged, as though Vilar has been hypnotized by the excellent performances. (Incidentally, it represents a quantum leap in quality over Vilas’s previous work.) Zeltia Montes’s simple, effective minor-key piano score is employed with a discretion which is often in telling, melancholy contrast to the excesses of our three downward-spiraling heroes.